Religión
Criticar
Pbro. Pedro De I. Muñoz Iranzo
Criticar es un vicio muy feo que desagrada a Dios y a los hombres.
Por criticar a Moisés, su hermana fue castigada por Dios con la lepra (Nú.12). Así quiso Dios enseñarnos cuánto aborrece este pecado.
Se ha escrito y dicho en conferencias que no debemos criticar nunca y menos a los sacerdotes según aquello del Salmo 104: “no toquéis a mis ungidos”. Con ello no se dice toda la verdad sino la verdad a medias.
¿Nunca se puede criticar? ¿Qué enseña la Iglesia?
Expongo la doctrina católica sobre la crítica o murmuración para dar ideas claras sobre esta materia tan importante, pues aquí se podría aplicar aquello de la “virtud consiste en el medio”, ya que los dos extremos son malos: callar cuando se debe hablar y hablar sin medida y sin razón.
Según el catecismo de San Pío X “detracción o murmuración es un pecado que consiste en manifestar, sin JUSTO MOTIVO, los pecados ajenos”. He subrayado intencionalmente las palabras “sin justo motivo” porque tienen miga y es que cuando hay “justo motivo”, la crítica es lícita y puede ser necesaria. Así lo enseñan Santo Tomás de Aquino y San Alfonso María de Ligorio, el cual fue proclamado por Pío XII, Patrón de los moralistas.
Esta doctrina la resume de un modo sencillo y claro el P. Vilariño S.I. en su libro “Puntos de Catecismo” n° 1944 con estas palabras:
“De todos los ausentes deberíamos hablar bien, o callar sus defectos, a no ser que haya razón para hablar de ellos, como cuando se trata de remediar algunos defectos, o de instruirse para la vida, o de conocer a algunas personas de quienes conviene guardarse, o de prevenirse contra ciertos abusos, o sobre todo de censurar faltas públicas y escandalosas para formarse buen criterio acerca de los pecados que van introduciendo y dar la voz de alerta contra peligros que se echan encima. En estos casos es mejor murmurar, criticar y censurar duramente lo que merezca.”
Las últimas líneas merecen subrayarse. No toda crítica, por tanto, es mala.
Ahora bien. ¿Qué cosas se pueden criticar? Siguiendo la doctrina de los Santos Doctores de la Iglesia, podemos afirmar estos principios:
1) No imitemos a los que se pasan el día criticando a todos los vecinos de su escalera para continuar con los del bloque de al lado.
2) Evitemos también criticar los defectos naturales del prójimo, como su ignorancia, su tartamudez, su debilidad de carácter, su vanidad...
3) No critiquemos de cosas opinables o libres, a no ser que se haga con ánimo de instruirse o instruir a los demás.
4) Podemos y debemos criticar las obras o palabras públicas que ponen en peligro la Fe y las buenas costumbres, porque es el tesoro más grande que Dios nos ha dado. Así los errores, falsas doctrinas, faltas públicas, aunque vengan de sacerdotes y autoridades eclesiásticas. Entonces podemos criticarlos y desaprobarlos exponiendo la verdad con caridad, guardando siempre el respeto debido a su dignidad y orando siempre por ellos.
En la historia de la Iglesia ha habido prelados buenos y malos, y lo mismo, Papas malos por su conducta escandalosa y por su mal gobierno permitiendo errores y vicios, y Papas buenos por su sabiduría, por su buen gobierno vigilando y castigando los errores, y por su santidad. Estos han sido los más numerosos y son la gloria de la Iglesia.
Los Santos nos han enseñado con su ejemplo cuándo y cómo hemos de comportarnos ante los abusos, errores y faltas de ciertas autoridades, tanto civiles como eclesiásticas. Ellos con santa libertad se atrevían a manifestar respetuosamente y con exquisita caridad su disgusto y reprobación por lo que estaba mal hecho, buscando sólo la gloria de Dios y el bien de la Iglesia.
Así Santa Catalina de Sena escribió varias veces al Papa para que abandonase Avignon y volviera a Roma y que pusieran remedio a los males de la Iglesia, a pesar de que algunos cardenales la consideraban como una monja imprudente y atrevida. De ella son estas palabras al Papa Gregorio XI:
¿Cómo es posible Santísimo Padre que la corte pontificia, que debería ser un jardín de flores y perfumes de toda virtud, no parezca otra cosa que un muladar hediondo de vicios?...Atiende a los asuntos de la Iglesia, provee las ciudades de buenos pastores y ¡vuelve, vuelve a Roma, donde te llama el Espíritu Santo! No seas más un débil, dulcísimo Padre, sino un varón”. (P.Alvarez, “Santa Catalina de Siena”, pág.60).
Y al Papa Urbano VI le dice:
¡Hoy que las iniquidades abundan cual nunca en el clero y en los fieles, sé firme, Santísimo Padre, en la caridad y en la justicia. No temas lo que el mundo diga; reforma con grande ánimo; arranca vicios y planta virtudes y estate dispuesto a dar la vida. Renueva el jardín de la Iglesia; rodéate de personas que sepan morir; no mires a su nacimiento; crea un colegio de cardenales que sean firmes como columnas”. (Ibid.73).
Nadie puede decir que Santa Catalina de Siena no tuviera devoción y amor al Papa. De ellas es la frase bellísima “el Papa es el dulce cristo en la tierra” y sin embargo pocos han hablado como ellas con tanta franqueza y claridad. ¿Quién amó más al Papa, aquellos cardenales que rodeaban al Pontífice con lisonjas, o callaban los males de la Iglesia por cobardía o comodidad, o bien aquella
sencilla religiosa que se atrevía a decir la verdad “criticando” la situación desastrosa de la Iglesia?
Para citar este texto:
"Criticar"
MONTFORT Associação Cultural
http://www.montfort.org.br/esp/veritas/religiao/criticar/
Online, 22/11/2024 às 14:50:10h