Iglesia

Sobre la verdadera religión
Mons. Héctor Aguer - Arzobispo de La Plata (Argentina)
Discurso inaugural de la Vª Exposición del Libro Católico en La Plata,
3 de noviembre de 2003

Mons. Héctor Aguer - Arcebispo de La Plata (Argentina)
Teologia del pluralismo religioso… A este planteo ha hecho su aporte destructivo el modernismo que inficionó a la Iglesia a comienzos del siglo XX y que, lejos de ser totalmente desarraigado, revivió en posturas teológicas y hermenéuticas responsables responsables de la crisis de la fe desatada a partir de los años Cincuenta del siglo pasado
(Mons. Héctor Aguer).
(O negrito é nosso)
La 5ª edición de la Exposición Platense del Libro Católico se presenta con el lema “El buen libro, una luz para el camino”.

Título expresivo, que alude discretamente a la necesidad de iluminar una senda que puede hallarse envuelta en tinieblas; en cambio, una ruta abierta en plena luz asegura al caminante, al peregrino, la rectitud de la orientación, ya que es posible entonces identificar jalones en la marcha y mantener el rumbo fijo hacia la meta. Estas imágenes ilustran realidades espirituales entrañablemente humanas, constituyen una pequeña parábola sapiencial, ya que se refieren a la andadura de la vida y al cumplimiento de un destino. Los buenos libros, los libros católicos, ayudan a disipar oscuridades, a aventar confusiones; esclarecen el conocimiento de las cosas divinas y humanas, enardecen el corazón en el amor del bien. Nos ofrecen guía para eludir los errores que serpentean en la cultura profana y aun en la misma Iglesia, antídoto contra su mordedura fatal.

Todos los problemas que deben enfrentar hoy la fe cristiana y la misión eclesial pueden reducirse a esta cuestión: si el cristianismo mantendrá su pretensión de ser la religión verdadera, o será capaz de conformarse con ocupar un puesto en el supermercado global de las ofertas religiosas, culturales y espirituales, como una de las tantas vías posibles de comunicarse con el ministerio divino y de procurar la salvación.

El relativismo se ha impuesto con el rango de filosofía dominante. Su fundamento histórico (moderno) se encuentra en la teoría del conocimiento de Immanuel Kant; quien sostenía que no podemos conocer la realidad en sí misma, sino sólo su reflejo en nuestro modo de percibir. Pero el relativismo no se desarrolla a la manera de una elaborada resignación ante lo inconmensurable de la verdad y la dificultad de alcanzarla, sino que se formula positivamente y se postula como fundamento de las actitudes de diálogo y tolerancia que hacen posible la convivencia democrática. En efecto, un sistema sociopolítico de libertad debe fundarse en el carácter relativo de las posiciones que sustentan los diversos grupos o partidos. Se comprende que en el ámbito político las opciones no puedan ser absolutas, como pretenden los totalitarismos, pero aun así, tampoco puede ser absoluto el relativismo de las posiciones; valores hay que por su carácter esencial y universal constituyen el fundamento de toda comunidad humana y de la convivencia social. No son intercambiables el bien y el mal, la justicia y la iniquidad. Una democracia sin valores conduce a la imposición de un totalitarismo desembozado o encubierto. En la actualidad el relativismo se aplica también al ámbito de la religión. Pretender que exista una verdad religiosa, válida para todos los tiempos y vinculante para todos los hombres, y que ésta se realice en Jesucristo y en la fe de la Iglesia Católica, es hoy día descalificado como fundamentalismo, sería un atentado contra la tolerancia, el espíritu moderno y la libertad.

En los últimos años se ha desarrollado una teología del pluralismo religioso que da cabida a las ideas filosóficas y religiosas de la India en el esquema provisto por el pensamiento antimetafísico de la Europa contemporánea, de cuño kantiano. Cristo no sería más que uno de los genios espirituales que han dejado huella en el devenir de las culturas; los contenidos de nuestra fe, los misterios revelados por Dios, son equiparados a símbolos, mitos análogos a los que registra la historia de las religiones, formulaciones y modos de experiencia religiosa, comparables a otras, en las que se expresa la sensibilidad humana ante lo sagrado. A este planteo ha hecho su aporte destructivo el modernismo que inficionó a la Iglesia a comienzos del siglo XX y que, lejos de ser totalmente desarraigado, revivió en posturas teológicas y hermenéuticas responsables responsables de la crisis de la fe desatada a partir de los años Cincuenta del siglo pasado. Estas teorías que podrían ser desdeñadas como ocurrencias eurocéntricas no sólo se difunden al conjuro del “pensamiento único” impuesto en la aldea global, sino que se ambientan en América Latina, combinándose con la teología de la liberación, travestida ahora como teología india, a la que otorgan una nueva oportunidad de desarrollo y vigencia.

La racionalidad posmoderna reedita viejos intentos anticristianos, como el que desencadenó en el siglo IV Juliano el Apóstata inspirándose en el discurso neoplatónico: no conocemos la verdad en cuanto tal; los diversos caminos religiosos se trazan a partir de imágenes diversas con las cuales enfocamos el mismo inaccesible misterio divino; todos los caminos representan un fragmento de verdad y nadie puede reivindicar su total y exclusiva posesión. Estas ideas, que cuentan con el beneplácito de los centros activos de la globalización y son vulgarizadas por la ignorancia de una legión de “comunicadores” llegan a las multitudes y hacen estragos en la mentalidad de la gente común, la impregnan de indiferencia por la verdad y la abandonan indefensa a nuevas formas patológicas de religiosidad.

La fe cristiana se identifica por este rasgo peculiar: afirma que contiene y expresa la verdad sobre Dios, el hombre y el mundo; el catolicismo reivindica ser la verdadera religión. Tal es el sentido que reconoce a la palabra del Señor: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). La expansión misionera del cristianismo se basa en la misma convicción: al ser la verdad, la fe cristiana concierne a todos los hombres y a todos debe ser anunciada y ofrecida.

Esta afirmación no es un capricho, sino que nos remite a los orígenes mismos del hecho cristiano y de su articulación en un cuerpo doctrinal. La sabiduría revelada por el Dios viviente al pueblo de Israel se torna plenamente universal en Jesucristo, en él que el es Lógos (Razón y Palabra), se manifiesta el amor creador del Padre. El cristianismo –explica el Cardenal Ratzinger en un libro reciente– se presenta como síntesis de fe y razón; en él la razón del universo se ha revelado como amor (cf. Fede, Veritá, Tolleranza. Il cristianesimo e le religioni del mondo, Siena, Cantagalli, 20 03, pág. 163). La preparación del cristianismo en el ámbito extrabíblico, o mejor dicho extrajudío, no se halla en el antiguo politeísmo, ni en los mitos ni en la religión civil de Grecia o Roma, sino en aquel conocimiento de Dios que alcanzaron los filósofos mediante el análisis racional de la realidad. Cito nuevamente a Ratzinger: La fe cristiana no se basa sobre la poesía y la política, esas dos grandes fuentes de la religión; se basa sobre el conocimiento (ib., pág. 178). Por eso la tadición católica propone la centralidad del problema de la verdad y expresa una serena confianza en las posibilidades de la razón.

Los Apologistas del siglo II y sobre todo San Justino, filósofo y mártir, reconocieron al cristianismo como verdadera filosofía y no sólo como verdadera religión. En cuanto verdadera filosofía, comunica el auténtico conocimiento de Dios, el cual no se identifica con el cosmos, sino que lo funda con su poder creador. Pero no se trata de un dios lejano y silencioso (el primer motor inmóv il), sino de un Dios que ha entrado en la historia para buscar al hombre y dejarse encontrar por él; al ofrecer la posibilidad real de este encuentro, el cristianismo se manifiesta como verdadera religión. La primacía del Lógos, de la razón verdadera, de la racionalidad, encuentra su eco en la primacía del Agápe, del amor generoso y servicial. La ley de Dios ha sido impresa en la conciencia del hombre y el amor divino es derramado por el Espíritu en el corazón de los creyentes; la ética cristiana no es una pura teoría, se expresa como acción en el doble precepto de la caridad. Así la fe cristiana, como religión verdadera, es síntesis lograda de Lógos y Agápe, de razón y de amor: es Vida.

El relativismo de la cultura posmoderna y los desafíos que plantea la nueva teología del pluralismo religioso reclaman la aparición de una pléyade de testigos que aporten una convincente apología de conocimiento y de acción. El magisterio de Juan Pablo II y el espíritu y la obra de la Beata Teresa de Calcuta, que han concitado paradojalmente la admiración y la contradicción, expresan las líneas de esa nueva apologética: la proposición confiada, paciente y conquistadora de la Verdad que salva y humaniza mediante el testimonio del Amor.
+ Héctor Aguer
Arzobispo de La Plata

Carta enviada pelo Arcebispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, ao site Montfort:

Arzobispado de La Plata
Calle 14 Nº 1009
B1900DVQ- LA PLATA (Argentina)
cancillerialp @ infovia.com.ar

La Plata, 22 de diciembre de 2003.
Prot. Nº 987/2003
Estimado Fedeli:
Autorizo la publicación del discurso y me encomiendo a las oraciones de los miembros de la Asociación Cultural Montfort paulista.
Con mis augurios de Santa Navidad,

+ Héctor Aguer
  Arzobispo de La Plata

    Para citar este texto:
"Sobre la verdadera religión"
MONTFORT Associação Cultural
http://www.montfort.org.br/esp/veritas/igreja/verdadeira_religiao/
Online, 22/12/2024 às 21:18:40h