“No podemos pretender ser buenos cristianos y sacar adelante una relación matrimonial sin aceptar las exigencias, dificultades y sacrificios que trae consigo, y de las que en ocasiones somos los responsables. Estas dificultades y sacrificio tienen su sentido –como explica Benedicto XVI–, y no implican la nulidad de un matrimonio. Pues un fracaso matrimonial no hace que ese matrimonio sea nulo. Así, no se soluciona este problema, sino que se crea uno mayor: la introducción del divorcio en la Iglesia”, advirtió.

Según Mons. Llobell, “en todo proceso de nulidad hay que conjugar la rapidez con respetar bien la legalidad”. “Todo proceso de nulidad busca dos finalidades que parecen contradictorias: que sea justo, la justicia; y que se haga lo antes posible. Por esto, resulta injusto tanto prolongar o tardar mucho en elaborar o dictar una sentencia –en ocasiones 7 años–" que desnaturalizan el proceso”, explicó.

El experto, también profesor de la Pontificia Università Della Santa Croce (Roma), participó en la jornada de clausura del XXIV Curso de Actualización en Derecho Canónico celebrado en la Universidad de Navarra.

Lamentó que en países como Estados Unidos no se tienda “a demostrar la nulidad sino a mostrar que un matrimonio ha fracasado; así la media de los procesos es de tres meses. Y es que la cuestión no estriba en decir si ese matrimonio ha fracasado, sino en decir si en el momento en que se celebró fue nulo o no”.